quarta-feira, 3 de março de 2010

Cinco poemas para Fabular a História

coles 10 de febrero de 2010
Cinco poemas para fabular la historia - F.E. ®
Leí de Borges la aseveración de que el tiempo real de los noticieros cortó de tajo la creación del mito. De ahí entendí que la poesía debía ser esa interpretadora anti natura, formal y constante, de los hechos que nos quiere vender la historiografía determinista. El mito por lo tanto, es ese misterio básico que todo poema debe insuflar en lo concreto. Presento aquí algunos poemas en los cuales construí mi propia ruta histórica, es decir, la fabulación que me exigían mis propios sueños.


Primer y último canto para Yamahata.

Perdido una mañana, el fotógrafo, en una enmarañada y terrible ciudad, llega por fin a una colina desde donde ve aniquilada, por el resplandor de ayer, a Nagasaki que ahora, se le presenta adelante, interceptándole el paso.
Atemorizado su ánimo, de pronto se le aparece la sombra de Virgilio, que le infunde aliento y promete sacarle de allí, no sin antes hacerle atravesar el reino de los muertos, primero el infierno y después el infierno, hasta que finalmente, en el distante año de 1966, Beatriz (bello nombre de la muerte) le conduce al paraíso.
Echa a andar entonces, cámara en mano y tras Virgilio, va él, Yotsuke Yamahata.

No sé cuánto debo ver
para convencer a todos de este horror.
¡Cuán penoso es referir lo horrible!
¡Cuánto peso para una memoria tan sola!
Nagasaki me contempla con sus ojos calcinados,
me distingue de entre las ruinas,
repite en sus palabras el estallido silencioso
en el cielo de ayer.
Estoy en pie, sobre la colina donde cayó el sol,
un perro me ha seguido, olfateando mi vida,
pero no tengo agua ni milagros
y dejo entonces que se arrime a mi sombra.
Pregunto a quien encuentro acerca de la luz:
¿Cómo fue el brillo de la última sorpresa?
¿Cuál de todas las muertes fue el destello primero?

“¡Pero Ay, Yotsuke! ¿Pero es que no lo sabes?
Fueron los ciegos quienes lo vieron
fueron los sordos quienes escucharon,
una sola palabra fue dicha
y la ceniza pronto se hizo canto.”

Y tu nada me contestas Virgilio,
tu miras hacia abajo
hacia el brazo que se aferra a la idea de un niño,
señalas siluetas en las paredes,
caminas como el humo que se disipa revelando los espectros.
¡Ay cuánto pavor resumirá mi nombre!
¡Cuántos pedazos imposibles de agrupar!
Cuantos muertos posando esta muerte maldita
que se repite y prolonga en cada disparo de mi flash.




Tan lejos de lo que vi está lo que digo...



Lamento en Stalingrado
(1943 grados bajo cero)

Frío.

Es demasiado,
mis recuerdos ya no dan calor,
la nieve ha ido ablandando
el estruendo de los cañones
y me sumerge a pedazos
en un sueño sin voces,
largo,
de blancas metrallas.

Si tan sólo pudiera cantar


tiembla el Volga en los nervios de la estepa,
tiemblan mis manos mientras caen
las noches últimas...

Vienen ellos
entre un galope de escarchas,
sus bocas son inmensas como la ciudad muerta.
Me buscan adentro de las fábricas,
brigada fantasma del Mamayev,
buscan el rastro de mi sangre en coágulos,
pasan sin ojos
pasan
y la nieve es un adios,
un armiño que se pierde
en las tundras de mi sueño.



Historia lega
Fugit irreparabile amor

Dios jugó a lego con Roma,
Roma era lega para Dios.

Y al principio, su nombre fue Amor, pero luego, al ser pulida en su espejo, el nombre dio vueltas en el tiempo, deslumbró al mundo y quedó como Roma
ante los ojos inversos de Dios.
Manes y Dioses, harinas y sales, en siglos de triunfo y arcos de tiempo el amor fue desterrado de entre los curites y decirte amor era jugarte la vida, atraerte las Furias, traicionar tu Venus infecunda.

Dios jugó a lego con Roma,
Roma era lega para Dios.

De partos múltiples nació Mario, Escipión, César y Sila, y estos, a la vez, adoptaron a estatuas como hijos: Augusto, Tiberio, Trajano y Severo; pero en ninguno de ellos creció el amor, era el mármol quien levantaba ciudades, era el circo quien devastaba ciudades, y de su ombligo y de su grito brotó el Tíber con su mosaico de peces y ruinas multiplicadas… Nadie tuvo piedad por ella: la piedad era hija del amor y de esto, ella, no tenía nada, era seca como una almendra y frívola como patricia en celo.

Dios jugó a lego con Roma,
Roma era lega para Dios.

Logaritmo ruinoso de piedra y granito Roma era un juego de manos y palabras, donde un día hubo imperio ahora reinaban los gatos monarcas, donde los gansos delatan a Breno ahora se estrechaban, orando, los beatos del charter y los curas petrificados. Nada quedó en su sitio, todo fue destruido en la ciudad sitiada. Odoacro fundó el caos y Rómulo una paz soñada. ¡Adiós al Quirinal, adiós a la Curia Hostilia! Si vas a Roma en busca del amor, encontrarás sus ruinas pero jamás la palabra, pero jamás el amor.




Variación lunática

Ad astra per aspera

00.69 GMT

Yo he estado aquí, he visto esto:
en el año 69 se descubre la forma
que tres motores eleven por fin
el obelisco magnífico de Luxor.

En Palenque se declara día nacional
y las estelas arden con fogatas en sus bases.
Pero nadie llega al cielo;
un impulso electromagnético
nos da la visión de un simulacro flotante
que por ser de piedra
caerá un día como un bólido,
en dos fases, sobre el mar de Bering.

En Tunguska, la taiga florece de nuevo
y los esquimales se callan el portento
de una aurora boreal rasgada en su mismo centro.

HRN se olvida de Armstrong y lo suple
con el nombre del primer salvadoreño
en poner un pie sobre la ingrávida Honduras.
La historia, no tiene estación ni frecuencia,
simplemente no existe.
El último P-51 es derribado en Goascorán
y la gente le cae a machetazos
come de sus entrañas
y levanta un altar para el último pájaro a pistones
en hacer la guerra.

00.61 GMT

En el año 61
Gagarin planea blanco sobre la materia oscura;
un guiño de espejos nos muestra el rostro hierático
del primer simio espantado en saltar al vacío.
Todos comen de sus frutos incandescentes.
La Madre Rusia le explica al mundo
a qué sabe lo auténticamente remoto.

00.45 GMT

Von Braun envía naves no tripuladas
a los cráteres de Londres y Amberes.
Las ruinas del universo crecen en tierra
y le dan nombre a quienes viendo el espacio
escupen su venganza, sus V-2, sus Vergeltungswaffe
sobre una humanidad de subsuelos
que busca en las raíces
la más leve muestra del brillo de las estrellas.

00.02 GMT

George Mélies
hace el primer retrato hablado de Julio Verne.
Mimo lunático
Verne se muestra pálido y molesto
con un proyectil incrustado en la mirada.

00-00.00000000001 GMT

Lo eterno
y los constantes viajes a lo bucólico,
a los estanques dormidos, al Mar de la Tranquilidad.
Los desvelos de Ovidio y Virgilio,
el tenue brillo de tus filtros
en los pasillos de Cnosos.
El triángulo que fuiste en las noches de Tanit,
veleidosa Chang- E
o polícroma Mani.
Selene infinita,
Ningal que despide y vela el paso
a los que huyen de noche.
Proyectil de corcho
que ningún mar hundirá,
batiscafo de los deslumbrados,
bandeja donde acumulas caderas,
piernas, manos, cabeza de Coyolxauhqui,
todos los bronces
todas las bramas de Calígula,
el aullido de la loba capitolina
y el esplendor en que doras columnas, capiteles,
el sexo vertido del hombre y la mujer,
todos los placeres, entonces, todas las savias
el ascenso al nombre, a las olas,
al liviano cuerpo transmutado a sudario,
calca de los solos,
bastión,
abismo,
perra.




El olvido

Mi nombre era Elliah T. Svenson
y luché en el 1/4 Batallón del Royal Norfolk Regiment,
Gallipoli, en 1915.

Una inmensa nube me trajo hasta aquí
al mundo de los ecos y el silencio.
De entre el polvo surgían las bayonetas,
los silbatos rompían los tímpanos
y en medio del resollar de la marcha
las órdenes que nos pedían aguantar
hasta la última gota de sueño.

Cierta mañana, la nube vino por nosotros.

La vimos llegar
como un lento amaranto en que la tarde se enreda,
y callamos
aún con las balas royendo la carne,
la vimos
y no supimos que la muerte
disfrazaba con glorias sus olvidos
y con visiones de niño
sus más antiguos pavores.

Yo fui Elliah T. Svenson
y nada tuve que ver con los carros de fuego.
No fui el santo ni el héroe,
desaparecí de los archivos
y hasta del consuelo de una tumba
para un soldado desconocido.

II

Yo fui Macario,
pez nominal atrapado
en la inmensa red del santoral.
Serví –pica y machete en mano-
en las últimas cargas de La Trinidad
y en el primer pelotón de voluntarios Texiguat en el 24.

Morazán brillaba a lo lejos
cuando al recibir la estocada desperté de pronto,
bajo las órdenes de Tosta en El Berrinche.
No pregunté nada,
quién mandaba o quién mataba,
las ametralladoras barrían hasta el nombre,
hombres de poca monta y ocultos bajo el sombrero
servíamos de fondo en los daguerrotipos de los Jefes.
En nuestros huesos apilados
se veían las iniciales que sólo una madre reconoce
en el recuerdo doloroso de su parto y de nuestra partida.

III

Me llamaron Deimones
y poco sabía del odio y de la sangre.

Levanté sarisas y empuñé la espada,
lleno de bronces, empapé el cuero con mi sudor
y le di a la falange un paso más
en su cuadrado andar hacia la muerte.
Poco sabía de historia y geografías
y sin embargo me vi de lleno
inmerso en las márgenes vitales del Ganges
y en las ásperas faldas del Hindo Kush.

A él lo vi de cerca, en una fugaz ocasión,
al girar los hetaroi
en el golpe de mano de Gaugámela.
Y no me impresionó:
su mirada era seca como en todo miedo
y su grito era un hilo de agua
vertida en la candente arena.
Después llegaron las flechas y los ayes,
el hermano perdía a su hermano,
y los nadies recorríamos a pie
el pedregoso camino hacia la estatua sin gloria.

Lo vi arder en Babilonia
sobre una pira de rumores e incertidumbre.
Luego partí con Seleuco y fui prisionero de Ptolomeo.

Entre los escalones del Faro de Alejandría
-desde hace mucho bajo el mar-
los pececillos muerden las huellas
de un esclavo que fue nadie
y que sin embargo levantó la luz
vio la luz y como un insecto
quedó incinerado bajo ella.

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